viernes, 15 de mayo de 2009

Un ratito de la novela


Hay mucha gente rezando en la capilla. Se sienta en uno de los bancos, mira la hora y apoya los brazos sobre sus rodillas.
Recuerda el día que llevó a Vivian por primera vez a la casa de sus padres. Su padre le pidió que lo acompañara a la esquina a comprar una botella de vino. Cuando regresaron, al entrar a la casa, Emilio escuchó la voz de Vivian y la de su madre, y que se reían. Por un instante experimentó aquella sensación de sosiego, de haber encajado en un espacio real, como otra gente.
Durante la cena estuvo feliz y después, esa noche, hicieron el amor como nunca.
Al día siguiente Emilio supo que nada había cambiado. Como cuando uno mira un sillón mullido y fantasea con la idea de quedarse dormido. Al rato nomás, comienza a sentir molestias en la espalda o en el cuello.
Se pone de pie, hace la señal de la cruz y se encamina hacia la puerta. Es la hora.

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